Tepic, Nayarit, 13 de Mayo del 2020
Lia Ávila, originaria de Tepic, Nayarit, está en primera línea de batalla ante la COVID-19, en el Estado de México. “Mi familia me dice que renuncie porque me prefiere con vida, pero yo no puedo hacer eso, mi deber es ayudar a mi pueblo hasta donde sea posible, la mortalidad aumentó un 80% de lo habitual, es decir, normalmente morían uno o dos a la semana y en otras ninguno”.
Desde pequeña tuvo interés por la anatomía humana, el sueño de ser médico general lo cumplió en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), situada en Cuba. Después, inspirada por la serie de televisión ER (Emergencias), decidió formarse como médica especialista en Urgencias Médico Quirúrgicas, en el Hospital General Balbuena, de la Secretaría de Salud del Gobierno de la Ciudad de México. Una especialidad que surgió en México con el temblor de 1985.
La médica Lia tiene conocimientos de enfermedades comunes y letales. Está capacitada para brindar atención inmediata a los pacientes que ingresan a Servicio de Urgencia por haber sufrido un accidente o enfermedad repentina. Una vez que estabiliza a los pacientes los pasa con el especialista correspondiente para que dé seguimiento.
Pero la pandemia hizo que la rutina cambiara, el hospital donde labora es de reconversión, está dedicado a la atención de pacientes con sospecha y confirmados graves de la enfermedad COVID-19 para cubrir la demanda oportunamente.
El martes 7 de abril, atendió su primer caso grave de la COVID-19, un mexicano que vivía en Estados Unidos y regresó a la CDMX. Cuando lo recibió, el paciente se encontraba inestable, el ventilador mecánico saturaba al 60%, cuando debe estar por arriba de 90%, lo cual significa que a pesar del apoyo ventilatorio se mantenía en valores muy bajos por un daño pulmonar grave y la posibilidad de morir era mayor o casi inevitable. Actualmente los contagios comunitarios han saturado el hospital. El 70% de ellos se encuentra en estado grave y requerirá un ventilador en algún momento.
“Aún hay personas que no creen en el virus, tal vez porque no ven los casos que me toca atender, se siente impotencia, pienso que en algún momento tendré que hacerme inmune al dolor. He visto autos que llevan personas para atención médica, desde lejos distingo que llegan sin vida y al tomar los signos vitales, he corroborado tan triste realidad; personas que caen en paro respiratorio ante los ojos de su acompañante y no alcanzamos a arrebatar esa vida de las garras de la muerte; las personas están colapsando antes de llegar a los hospitales y ya no llegan pacientes si no cadáveres, esto ya se está haciendo habitual; situaciones donde han muerto varios miembros de una familia. También he escuchado a personas que no se han llevado los cuerpos porque las funerarias no quieren ofrecer el servicio o aumentaron el precio; salas de espera donde se vive la angustia, el dolor y la desolación por saber que probablemente no volverán a ver a su familiar con vida porque, a diferencia de otras enfermedades, no existen las visitas y los informes son escasos por la saturación de pacientes y el poco personal médico. El virus parece no respetar edad, género, condición social o antecedentes, se los lleva a todos por igual, eso sí, unos menos que a otros”, menciona Lia, mientras hace un esfuerzo para que no se quebre su voz.
Lia continúa narrando su experiencia. En una ocasión un paciente me dijo:
- Doctora, échele ganitas.
- ¿A qué se refiere?
- A que le eche ganas para que me cure.
-¿Usted le echó ganitas a la única cosa que tenáa que hacer? ¡Sí, esa de quedarse en casa! - Me pregunté por dentro, después le respondí - Estar exponiendo mi vida, y por ende, la de mi familia, para que usted esté mejor, con todos los recursos disponibles y mi atención, creo ya es echarle ganitas, y sí, todos los días le echo ganitas por ti, por mí, por todos, por México.
“Antes de iniciar mi rutina como bien y me hidrato porque una vez dentro del Área COVID, con el equipo de protección personal es imposible hacerlo, solo me dedico a atender pacientes. Los médicos hacemos todo lo que está en nuestras posibilidades para salvar vidas, pero ante COVID-19 no podemos hacer mucho. No es grato saber que en algunos casos el precio de la incredulidad es la vida. La mayoría de las personas que he atendido no permanecieron en su casa, uno que otro sí, pero miembros de su familia que no tomaron las medidas los contagiaron. Comparto mi experiencia porque no quiero que en mi tierra (Nayarit) pase lo que estoy viviendo, la COVID-19 no lo podemos evitar, pero si se quedan en casa la mortandad será menor y no colapsarán los servicios de salud para que el que lo necesite pueda tener una mejor atención. ¡Nayarit, quédate en casa! ¡Aún estás a tiempo!”, concluye.
Redacción: Sol Ángel, Dirección de Comunicación Institucional y Social. Fotografía: Del archivo de Lía Ávila